El Paraiguas del Sorollut: Sombra, Lluvia y Descanso

Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Ventolina, un hombre muy peculiar conocido como el Sorollut. No era famoso por sus hazañas, ni por ser el más sabio, sino por un curioso complemento que llevaba a todas partes: su paraiguas. Aunque el sol brillara radiante o el cielo estuviera despejado, Sorollut nunca salía de casa sin él.

Su paraiguas no era un simple paraguas común. No solo lo protegía de la lluvia, sino que también lo usaba para evitar el intenso sol de mediodía que caía en Ventolina. Pero lo que realmente lo hacía especial no era su utilidad frente al clima, sino el curioso diseño que Sorollut había imaginado: un paraiguas que se convertía en silla.

Sorollut, que ya tenía sus años, soñaba con un invento que pudiera ayudar a los mayores del pueblo. En su mente, el paraiguas ideal no solo los protegería del sol o la lluvia, sino que, al girar el mango, se desplegaría una pequeña y cómoda silla. Así, cuando el cansancio les ganara, podrían descansar en cualquier rincón de la plaza o junto al mercado.

Muchos se reían de su idea. «¡Paraiguas y silla! ¡Eso no existe!», decían entre carcajadas. Pero Sorollut, con una sonrisa tranquila, respondía: «No llueve todos los días, pero siempre hay un lugar donde descansar». Y así, siguió trabajando en su invento, soñando con el día en que todos en Ventolina, especialmente los más mayores, caminaran con su paraiguas del futuro, listos para enfrentar tanto el sol como el cansancio.

Dicen que, aunque nunca se vio el paraiguas-silla en las tiendas, el Sorollut dejó su plano escondido bajo una piedra en la plaza del pueblo, esperando que algún inventor curioso lo descubriera y le diera vida. Y quién sabe, tal vez, algún día, todos caminaremos bajo el sol o la lluvia con nuestro propio paraiguas del Sorollut, listos para sentarnos a descansar dondequiera que vayamos.